En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén |
Haz, santa Madre de Dios, que las llagas del Señor se impriman en mi corazón. |
Oremos. Mira, Señor de bondad, a tu familia santa, por la cual Jesucristo, nuestro Señor, aceptó el tormento de la cruz, entregándose a sus propios enemigos. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. |
Acto de contrición. Bondadoso Jesús mío, me pongo humildemente ante ti, y, con todo el corazón, te pido perdón de mis pecados; me duelen y los detesto, especialmente por ser una ofensa a tu infinita bondad. Prefiero morir antes que volver a ofenderte; más aún, quiero amarte sobre todas las cosas hasta la muerte. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Primera estación. Jesús, siendo inocente, acepta, por la gloria de Dios y la paz de los hombres, la injusta sentencia de muerte pronunciada contra él por Pilato. Amorosísimo Jesús, por tu amor, y como reparación de mis pecados, acepto la muerte con todos los dolores, sufrimientos y afanes que la acompañen. Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Segunda estación. Jesús carga con la cruz sobre sus hombros. Jesús Maestro nos invita: <<El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga>> (Mt 16,24). Sí, quiero seguirte, Maestro divino, dominando mis pasiones y aceptando mi cruz de cada día. Atráeme a ti Señor. El camino es angosto, pero conduce al cielo. Me apoyaré en ti, que eres mi luz y mi fuerza. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Tercera estación. Jesús, abatido por la agonía de Getsemaní, martirizado por la flagelación y la coronación de espinas, agotado por el ayuno, cae por primera vez bajo el enorme peso de la Cruz. Jesús cayó para levantar a los que caen. Muchas son las tentaciones del demonio, del mundo y de la carne. Señor, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos de todo mal. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Cuarta estación. Jesús, con la cruz a cuestas, se encuentra con su madre, cuya alma quedó traspasada por una espada de dolor. Unidos están en el mismo dolor el corazón de Jesús y el de María. Estos son los corazones que tanto han amado a los hombres y nada ha escatimado por ellos. Corazones de Jesús y María, concédeme la gracia de conoceros, amaros e imitaros cada vez mejor. Os ofrezco mi corazón, para que sea siempre vuestro. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Quinta estación. Los judíos, con simulada compasión, <<echaron mano de un cierto Simón de Cirene, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús>>. (Lc 23,26) También yo quiero cooperar en la redención de la humanidad, completando en mi carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia. Acéptame, Maestro bueno, como humilde víctima. Presérvanos del pecado, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Sexta estación. Movida a compasión, la Verónica enjuga el rostro de Jesús; él la premia imprimiendo su imagen en el lienzo. Reconozco en esta discípula el modelo de las almas reparadoras. Comprendo mi deber de reparar los pecados y todas las ofensas a tu infinito amor. Jesús, plasma en mí y en todas las personas reparadoras las actitudes de tu corazón. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Séptima estación. Nuevamente flaquean las fuerzas de Jesús, y él, <<despreciado y evitado por los hombres… como un hombre de dolores, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado>> (Is 53,3), cae por segunda vez bajo la cruz. Maestro bueno, así reparas nuestras recaídas en el pecado, por malicia o por habernos puesto en la ocasión. Detesto, Señor, los pecados con los que te he ofendido, que son causa de tu muerte y de mi perdición, y propongo no cometerlos más en adelante. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Octava estación. Seguía a Jesús un gran genio del pueblo, y las mujeres que lloraban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: <<Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos>>. (Lc 23,27-28). Pido perdón por mis muchos pecados personales y por los que otros han cometido por mi culpa. Jesús mío, concédeme la gracia de evitar en lo posible el pecado ajeno, con las obras, el testimonio, la palabra y la oración. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Novena estación. Jesús cae por tercera vez bajo la cruz, porque nuestra obstinación nos ha llevado a recaer en el pecado. La obstinación oscurece la mente, endurece el corazón y pone en peligro la salvación. Señor, por tu pasión, ten misericordia de mí. Concédeme la gracia de mantenerme vigilante, de ser fiel al examen de conciencia y celebrar frecuentemente el sacramento del perdón. Padrenuestro, Avemaría, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Décima estación. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, <<le dieron a beber vino mezclado con hiel… y se repartieron su ropa echándola a suertes>> (Mt 27,33-35). Esto es lo que costaron a Jesús los pecados de ambición y gula. Señor, concédeme la gracia de liberarme progresivamente de toda vanidad y satisfacción mundana, y haz que te busque únicamente a ti, eterna felicidad. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Undécima estación. Los verdugos clavan en la cruz a Jesús, que sufre atroces sufrimientos, bajo la mirada de su afligida Madre. Pertenecen a Jesucristo los que crucifican su vieja condición, renunciando a sus vicios y pasiones. Yo quiero ser de Jesucristo durante toda la vida, en el momento de la muerte y por toda la eternidad. No permitas, Señor, que me separe de ti. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Duodécima estación. Durante tres horas, Jesús padece terribles dolores y muere al fin en la cruz por nuestros pecados. La muerte de Jesús se actualiza diariamente en nuestros altares cuando celebramos la Eucaristía. Jesús amorosísimo, enséñame a valorar la Eucaristía, para que la celebre con frecuencia y con las mismas actitudes que tuvo tu Madre al pie de la cruz. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros. |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Decimotercera estación. María, la Madre dolorosa, recibe entre sus brazos al Hijo bajado de la cruz. María contempla en las llagas de su Hijo las horribles consecuencias de nuestros pecados y el amor infinito de Jesús por nosotros. La devoción a María es signo de salvación. Madre, acéptame como hijo, acompáñame constantemente y, en especial, en la hora de la muerte. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Decimocuarta estación. El cuerpo de Jesús, ungido con aromas, es llevado al sepulcro. Jesús mismo había anunciado su pasión: <<Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del Hombre va a ser entregado… y lo condenarán a muerte>> (Mt 20,18-19). Señor Jesús, estás en el último escalón de tu humillación, la del sepulcro. Cuánto valdrán los hombres, Señor, si tú has querido ofrecerte hasta el extremo de dar la vida por ellos. Quiero seguirte adonde tú me llames para cooperar en tu obra redentora. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros |
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. R. Porque con tu cruz has redimido al mundo |
Decimoquinta estación. María espera con fe viva la resurrección de su Hijo, tal como él lo había anunciado: <<Al tercer día resucitaré>> (Mt 20,19). Creo firmemente, Dios mío, en la resurrección de Jesucristo, como creo en la resurrección de la carne. Quiero resucitar diariamente a la nueva vida, para poder resucitar a la gloria en el último día. Padrenuestro, Ave María, Gloria. |
V. Ten piedad de nosotros, Señor. R. Ten piedad de nosotros |
V. Cristo redentor, sálvanos por la fuerza de la cruz. R. Tú que salvaste a Pedro en el mar, ten compasión de nosotros. |
Oremos. Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén |